¿Qué es habitar? Parte V


Cuando se habla de hombre y espacio, oímos esto como si el hombre estuviera en un lado y el espacio en otro. Pero el espacio no es un enfrente del hombre, no es ni un objeto exterior ni una vivencia interior. No existen los hombres y además espacio. Porque cuando digo 'un hombre' y pienso con esta palabra en aquél que es al modo humano – es decir: que habita – entonces con la palabra 'un hombre' ya estoy nombrando la residencia en la Cuaternidad, junto a las cosas.

Incluso cuando tenemos que ver con cosas que no están en la cercanía que puede alcanzar la mano, residimos junto a estas cosas mismas. No representamos las cosas lejanas meramente – como se enseña – en nuestro interior, de tal modo que, como sustitución de estas cosas lejanas, en nuestro interior y en la cabeza, sólo pasan representaciones de ellas. Si ahora nosotros – todos nosotros - , desde aquí pensamos el viejo puente de Heidelberg, el dirigir nuestro pensamiento a aquel lugar no es ninguna mera vivencia que se dé en las personas presentes aquí; lo que ocurre más bien es que a la esencia de nuestro pensar en el mencionado puente pertenece el hecho de que este pensar aguante en sí la lejanía con respecto a este lugar. Desde aquí estamos junto a aquel puente de allí, y no, como si dijéramos, junto a un contenido de representación que se encuentra en nuestra conciencia. Incluso puede que desde aquí estemos más cerca de aquel puente y de aquello que él dispone, que aquellos que lo usan todos los días como algo indiferente para pasar el río.

Los espacios y con ellos 'el' espacio están ya siempre dispuestos para la residencia de los mortales. Los espacios se abren por el hecho de que se los deja entrar en el habitar de los hombres. Los mortales son; esto quiere decir: habitando aguantan espacios sobre el fundamento de su residencia junto a cosas y lugares. Y sólo porque los mortales, conforme a su esencia, aguantan espacios, pueden atravesar espacios. Sin embargo, al andar no abandonamos aquel estar (del aguantar). Más bien estamos yendo por espacios de un modo tal que, al hacerlo, ya los aguantamos residiendo siempre junto a lugares y cosas cercanas y lejanas. Cuando me dirijo a la salida de la sala, estoy ya en esta salida, y no podría ir allí si yo no fuera de tal forma que ya estuviera allí. Yo nunca estoy solamente aquí como este cuerpo encapsulado, sino que estoy allí, es decir, aguantando ya el espacio y sólo así puedo atravesarlo.

Incluso cuando los mortales 'entran en sí mismos' no abandonan la pertenencia a la Cuaternidad. Cuando nosotros – como se dice – meditamos sobre nosotros mismos, vamos hacia nosotros volviendo de las cosas, sin abandonar la residencia junto a las cosas. Incluso la pérdida de la relación con las cosas que aparecen en estados depresivos, no sería posible en absoluto si este estado no siguiera siendo lo que él es como estado humano, es decir, una residencia junto a las cosas. Sólo si esta residencia ya determina al ser del hombre, pueden las cosas, junto a las cuales estamos, llegar a no decirnos nada, a no importarnos nada.
Continuar leyendo...


Texto:
Heidegger, M. "Habitar, construir, pensar", conferencias y artículos, Barcelona: Serbal, 1994.