Juan Ignacio Castiello, encontrarte en la arquitectura





“Yo quiero que mi arquitectura haga sentir a las personas libres. Y luego vemos lo demás.”








Los espacios de Juan Ignacio son una catarsis para el alma. 

Como sucede en la música, el arquitecto tapatío honra la voz de cada elemento en su obra.

 La estructura, las pausas, el ritmo, la ejecución y la melodía en su arquitectura logran una atmósfera coherente y armoniosa que te permite experimentar lo sagrado en vida.   








Sus principales maestros son: su padre, Ignacio Díaz Morales, Enrique Nafarrate, Fernando González Gortázar, Julio Touza Rodríguez. Así como otros arquitectos: Alvar Aalto, Luis Barragán, Mies Van Der Rohe, Álvaro Siza etc…. Y por supuesto, la influencia de la arquitectura vernácula.
















Es un apasionado de este arte, que con su trabajo explora el significado de la vida, y considera que la arquitectura como las demás artes debe llevarte a estar más cerca de ti mismo.  Nos comparte:


"Si yo estoy cerca de mí, si yo me veo a mí, yo te puedo ver a ti; si yo no me siento a mí, yo no te puedo sentir a ti, es más, no me importas. Si yo no me importo, tú no me importas. Pero si yo me siento, respiro, siento mi cuerpo, siento esa respiración, siento mis necesidades, siento mis locuras, siento mis deseos, siento mis satisfacciones, mis aspiraciones. Me empiezo a reconocer yo, entonces tú existes. El arte nos ayuda a estar más cerca de nosotros mismos, a que nos concentremos en nuestro ser. La música, el cine… todas las artes. Para eso sirve el arte, para encontrarnos; por lo tanto, para eso sirve la arquitectura.”












Para él, es fundamental crear obras que nos ayuden a estar con nosotros mismos, que no agredan, sino que nos generen alegría, serenidad; sentimientos y emociones que queramos en nuestra vida. Hace un llamado a hacer obras que contribuyan a que seamos mejores personas y por lo tanto más felices. Nos invita a preguntarnos cómo debe ser la vida humana para respondernos cómo debe ser la arquitectura y desde ahí modificar el espacio, la casa, la cuadra, la ciudad, el hábitat.

Considera que la crítica básica y elemental de la arquitectura es preguntarse si es mejor que esa construcción esté ahí o que no esté. Es indispensable preguntarle a la ciudad qué necesita ahí, ¿qué es bueno ahí?, ¿qué le ayuda ahí? Tomando en cuenta siempre todos los aspectos: la escala, el color, la textura, etc... Ya que una obra de arquitectura se debe ver en el sito de una forma incuestionable.

“Jamás cuestionamos las ramas de un árbol. Una obra de arquitectura debe ser exactamente igual, debe ser verdaderamente incuestionable; osea, es ahí, ahí va y así es. Se acabó. Y está correcto.”








Por ello, nos habla de la necesidad de entender muy bien el sitio: el clima, los vientos, la temperatura, la topografía, las vistas, todo lo que significa el lugar. Nos comparte lo trascendental de identificar las cosas que conviene tomar en cuenta y reflexionar sobre lo que debe regir ese proyecto, sobre cuáles deben ser sus jerarquías.

Si la obra se debe subordinar a otros elementos o células más importantes que hay en ese sistema. O si no hubiera nada que tomar en cuenta en el contexto, si nada valiera la pena respetar, o si las referencias urbanas fueran nulas, el lugar pudiera invitar a que esa obra tenga una jerarquía mayor y que pueda ser una referencia del sitio o un símbolo de la zona, un landmark. Así como reconocer y conocer a los usuarios, porque la ciudad es de las personas, no de los coches, no de los edificios. La ciudad es de los ciudadanos, aunque a menudo los hechos manifiestan que existe la duda.

“Es que hay muchas dudas, la ciudad es de los cables, de los espectaculares, de los trenes ligeros, de las estaciones elevadas, de todo…. ¿y el ser humano?, cuando eso sucede es cuando vamos en una ruta equivocada, ¿no? Todo debe enaltecer la vida humana, todo, todo, todo. Todo lo que hagamos en la arquitectura, todo lo que hagamos en la ciudad, todo lo que hagamos en la vida, absolutamente todo.”

Para él, hay una cosa muy importante, que quepa el espíritu en la arquitectura. Expresa:

“Una cosa es que quepa el tambo y otra cosa es que quepa el espíritu. Son dos dosis diferentes, son dos medidas diferentes. Nosotros tenemos que hacer arquitectura para que quepa el espíritu. Aunque hagas casas de interés social.”
























Pero, ¿en qué consisten estas sensaciones que percibo de armonía, de bienestar, que te enaltecen como ser humano, que te producen un bienestar mucho más allá de lo terrenal?