La arquitectura afecta nuestra forma de vivir



Las ciudades y las viviendas urbanas afectan nuestro estado de ánimo y bienestar y, ahora se sabe, que células especializadas en la región del hipocampo de nuestros cerebros están sincronizadas con la geometría y la distribución de los espacios que habitamos y pueden producir confusión y angustia o bienestar y serenidad. Sin embargo, muchos arquitectos con obras en las ciudades muy rara vez prestan la debida atención al daño que sus creaciones pueden producir en la gente.


La equivocada necesidad del arquitecto de crear espacios únicos y originales pasa por alto las consideraciones de cómo el espacio puede afectar a sus habitantes.


Es muy evidente la influencia que ciertos edificios urbanos tienen en el desarrollo de la criminalidad y en el deterioro de la vida de sus habitantes, por eso ahora los psicólogos y científicos cognitivos de los países desarrollados empiezan a tratar de influir en la preparación de los arquitectos y urbanistas.


Los estudios demuestran que una persona que vive en un edificio o una ciudad que se preocupa por la integración de las áreas verdes y espacios a su escala, viven con menos estrés y ansiedad. Y que lo contrario ocurre a quien habita en lugares alejados de la naturaleza y con grandes fachadas de cristal o concreto que convierten al hombre en habitante de un espacio abstracto que no toma en cuenta las necesidades básicas de intimidad, aire, luz y espacios con referencia a la escala humana.


Es indispensable que el habitante de la ciudad
vuelva a plantearse lo que las casas y ciudades le ofrecen
y presione para que los diseñadores y arquitectos tomen en cuenta estos descubrimientos
que hoy nos recuerdan todo lo que se nos había olvidado sobre el arte de vivir.












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